sábado, mayo 05, 2007


Liberalismos que matan

“...la cuestión práctica de colocar el límite –como hacer el ajuste exacto entre la independencia individual y la intervención social– es un asunto en el que casi todo está por hacer”.

Stuart Mill, J. , Sobre la libertad

Aznar es un liberal de tomo y lomo, un liberal radical. No quiere que nadie le diga lo que tiene que hacer. Por sus palabras cabría deducir que está a favor del Estado mínimo, o de que no haya Estado (lo que le sitúa próximo a las tesis anarquistas). Estas afirmaciones no provocarían desconcierto alguno si no provinieran de quien fue jefe de Gobierno de un Estado durante ocho años. Aunque, por otra parte, son coherentes con el tímido –e incipiente– militantismo anti-estatista del que hizo gala como magno Presidente. La reducción de efectivos en la policía (en varios miles), o el descenso de la inversión en gasto social, serían algunas de las manifestaciones más elocuentes de su programa de deconstrucción estatal. Colaborar en la tarea de borrar del mapa un Estado soberano –Irak, por ejemplo– para convertirlo en acrático vivero de terroristas de todo signo –a los que luego hay que combatir con firmeza, por supuesto– constituyó la dimensión externa de su pulsión estatofóbica.
Ahora, desde la templada superioridad que confiere el retiro anticipado (y el trabajo bien hecho), Aznar prosigue su cruzada anti-estatal por medio del agitprop. El jueves le tocó el turno al vino. Adaptándose al formato escénico, nuestro querido ex Presidente adoptó el tono de chulo tabernario para atacar al gobierno y sus políticas de seguridad vial. "Es como los letreros que dicen No podemos conducir por ti [...] ¿Quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí? Las copas de vino que me tomo, déjeme que las tome tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie".
Estas declaraciones resultarían graciosas si no hubiera muertos de por medio. Probablemente fue sólo un calentón, un exceso discursivo sin mayor importancia. De hecho, no me cabe duda de que aquellas palabras, en forma y esencia, hubieran sido otras si el público hubiera estado formado por gentes a las que un accidente automovilístico les cambió la vida (en forma de paraplejia, tetraplejia, fallecimiento de un ser querido o similar). Esto es lo bueno de la derecha: que dice a cada uno lo que quiere oír.
Llegados a este punto, creo necesario rebajar la carga ideológica otorgada por el ex Presidente a sus propias declaraciones ("Déjeme que decida por mí, en eso consiste la libertad"). Sus diatribas filoetílicas no eran destilaciones excelsas del mejor liberalismo doméstico, ni mucho menos. Eran el exabrupto irresponsable de un ex mandatario sinvergüenza. Basta de coartadas eufemísticas. Hagamos también uso de nuestra libertad para llamar a las cosas, y a las personas, por su nombre.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El problema del aznarismo ha sido analizado por muchos escritores de renombre. No voy a ser yo el primero que dice aquello de que para Aznar y su figura es tan importante quien lo alaga como quien lo critica. Por ejemplo, a pesar de que con tu post has puesto muchas cosas en su sitio (efectivamnte la libertad, ya lo dicen los clásicos, consiste más en llamar a las cosas por su nombre que a poder beberse las copas que uno quiera) muchos pensarán: "otro criticando a Aznar".

Aznar ha fabricado un ente superior, un "superhombre" que se vale de sus continuas exaltaciones verbales y de su más que evidente pésima gestión para recibir multitud de críticas que, en reaidad, sirven para alimentarse y ganar fuerza, así como para alentar a aquellos que lo admiran.

Sobre Aznar sólo puedo decir que lo mejor es hacer con él lo mismo que con las otras sombras de nuestra historia. Recordarlo para evitar que se repita, pero hablar de él lo menos posible. Sus hechos y su gestión están ahí, también sus falacias y sus mentiras.

Lo que más temo es que cuando miro a España, su historia y la de su pueblo, sólo puedo esperar que ocurra lo peor, y que dentro de unos años tengamos a otro "aznar" como Presidente. Los españoles somos así: "vivan las caenas".

10:00 a. m.  
Blogger Javier Luque said...

Coincido contigo en que prestarle atención a este personaje es, a la larga, contraproducente, pues se le atribuye un protagonismo que no merece. Hago propósito de enmienda.

6:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

pero de todas formas se hable o no de el..lo importante es llamarlo por los que es: sinverguenza!

5:50 a. m.  
Blogger Pegasus said...

Lo que es de vergüenza es que este señor se dedique a ciertas manifestaciones. Más que nada porque, como dice Javier, el discurso habría sido totalmente diferente en función del auditorio. Y es que vamos a ver...

A mi me parecería perfecto que el señor Aznar se plantase delante de las víctimas de accidentes de tráfico, y repitiese, punto por punto, y chato de vino por chato de vino, toda su intervención. Ese ejercicio de coherencia, de convicción y de defensa de su postura si que sería digno de verse. Más que nada, por lo inusual de esos ejercicios de honradez y coherencia dentro de la clase política de nuestro país.

Farfullar tonterías como las que ha soltado el ex-presidente, ahora y en el pasado ("A nosotros no nos han pedido perdón por invadirnos durante 8 siglos", Aznar dixit) no tiene más mérito que la capacidad, limitada, de hilvanar palabras sin detenerse mucho tiempo a pensar. Únicamente le faltaba el palillo entre los dientes, y ya hubiésemos tenido la estampa completa. Lamentable.

5:00 p. m.  

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