lunes, septiembre 18, 2006

Los experimentos, mejor con gaseosa
La alternancia es siempre una buena noticia para la democracia, y el caso de Suecia no debe constituir una excepción. El inevitable desgaste que conlleva el ejercicio de Gobierno durante doce años ha pasado finalmente factura a los socialdemócratas, que no han podido compesar el hastío que muy probablemente suscitan en el electorado con el balance, a todas luces positivo, de su gestión. Y es que en aquel país no sólo siguen contando con uno de los mejores régimenes de bienestar social de todo el mundo -que no se ha visto resentido por los vaivenes de la globalización, lo cual en sí es ya todo un éxito- sino que además su economía presenta un estado de salud envidiable: un crecimiento del PIB del 5,5% en el segundo trimestre del año, una inflación del 1,5%, y unos tipos de interés del 2,75%. Como principal contrapunto negativo, no existe consenso sobre las cifras del paro, que el Gobierno saliente cifraba en un aproximado 6% frente a la opinión de la oposición conservadora, que hasta ayer hablaba de un desempleo real superior al millón y medio de personas -que resultaría de incluir como parados a ocupados en programas gubernamentales de formación, prejubilados, empleados con bajas de larga duración y estudiantes que continúan haciéndolo porque no encuentran el trabajo que les gusta-.
En opinión del líder moderado, y futuro Primer Ministro, Fredrik Reinfeldt -en la foto- en Suecia es tan rentable trabajar como no hacerlo, razón por la que propone incentivar la inserción en el mercado de trabajo a través del recorte drástico de las ayudas por desempleo y enfermedad. Por si esto fuera poco, la Alianza por Suecia -nombre de la coalición que ha llevado al poder a los partidos de centro-derecha- ha incluido en su programa un paquete de selectas medidas (privatizaciones, desregulación de algunos sectores...) que cumplirán con el histórico anhelo derechista -autóctono y foráneo- de ver como un país próspero e igualitarista se desgarra internamente en el fragor de la orgía neoliberal -como ya ocurrió con Reino Unido o Argentina, por poner algún ejemplo-. Por supuesto, para financiar esta operación de "deconstrucción" del modelo sueco -y la anunciada disminución de la presión fiscal (sobre los más ricos, se entiende)- Reinfeldt y sus acólitos cuentan con el actual superávit de las arcas públicas, que de seguro dilapidarán a placer en la persecución de su utopía económicamente órtodoxa, poniéndo de paso en jaque la continuidad del sistema de pensiones y otras prestaciones sociales -una debilidad habitual de las derechas-.
Sinceramente, no puedo pensar en un horizonte para Suecia mejor que el que había hasta ahora. En realidad, considerando la naturaleza de las políticas que el futuro Gobierno prevé implementar, sólo soy capaz de imaginar los riesgos a los que se expone el país nórdico a corto y medio plazo por culpa del suicida afán mimetizador de la nueva clase dirigente: expansión de la economía sumergida, incremento de la deslocalización de empresas, degradación de los servicios públicos, agravamiento de la situación de carestía entre sectores de la población inmigrante (¿llegaremos a ver en Estocolmo revueltas de jóvenes inmigrantes como las ocurridas el año pasado en Francia?), etc. ¿Qué le hace pensar a Reinfeldt que lo que ha fracasado en otros sitios va a funcionar en su país?¿Son incapaces de imaginar una vía alternativa a la propuesta de los socialdemócratas, sin acabar con el modelo que mayores cotas de bienestar ha proporcionado a un mayor número de personas en una democracia capitalista?
Confío en que los precarios apoyos parlamentarios del próximo Ejecutivo sueco determinen una actuación gubernamental cauta y moderada. Asimismo, espero que la cerrazón ideológica no altere la capacidad de discernimiento de los nuevos dirigentes, cuya primera obligación es detectar las distorsiones del sistema, así como sus puntos fuertes. Sólo así, desde el reformismo gradualista, los principales problemas del modelo sueco podrán solventarse sin traumas sociales. Optar por un camino en sentido contrario sobrecarga el futuro de incertidumbre, algo contra lo que ha luchado históricamente el pueblo sueco .

viernes, septiembre 08, 2006



El Ayuntamiento de Madrid cede ante los violentos
El teatro no vive su mejor momento en Madrid. Pepe Rubianes, director del espectáculo Lorca eran todos, cuyo estreno estaba programado para el 19 de septiembre en el Teatro Español, ha decidido finalmente cancelar su representación. Esgrime varias razones para justificar su renuncia, entre ellas el deseo de no exponer a sus actores a la posible materialización de las amenazas que la compañía lleva sufriendo desde hace varios días. Asimismo, consternado, Rubianes ha declarado a El País (8-IX-2006), que "no se puede ir a trabajar escoltado y con tanquetas de policía en la puerta esperándote". Al parecer, este episodio lamentable tiene su origen en unas desafortunadas declaraciones que el director teatral realizó, el pasado 20 de enero, en un programa de la televisión pública catalana TV3. Por entonces, Rubianes, haciendo uso de su libertad de expresión -constitucionalmente consagrada-, hizo un comentario denigrante para Extremadura y sus habitantes, rematándolo posteriormente con un "Que se vaya a la mierda la puta España". Ocho días después del exceso verbal, el actor y director emitió una nota de disculpa en la que matizaba sus palabras -decía referirse sólo a la "España retrógrada, reaccionaria y fascista"-. Aun así, el denostado Consejo Audiovisual de Cataluña (CAC) obligó a TV3 a presentar excusas por antena. Sin embargo, esto no fue suficiente para algunos doloridos patriotas -agrupados en torno a la Fundación para la Defensa de la Nación Española (FDNE), en cuya página web, por cierto, se felicitan hoy por el hecho de que se haga efectiva la censura artística en Madrid- que interpusieron una querella contra Rubianes, quien hubo de explicarse de nuevo, esta vez frente a un juez -quizá lo más escandaloso de este asunto es que, en un pretendido Estado social y democrático de derecho, un magistrado admitiera a trámite una querella de esta naturaleza-. La última fase de la operación de acoso al ciudadano Rubianes la estaba ejecutando públicamente el partido ultraderechista Alternativa Española, convocante principal de una manifestación frente al Teatro Español el día del estreno de Lorca eran todos. No obstante, su propóstico inicial de amedrentar al público se ha visto recompensado con la retirada prematura de la obra. Los violentos de ultraderecha han vencido, y la pasividad pusilánime del Alcalde Gallardón les ha puesto fácil el camino.
Mal. Muy mal. El mensaje que estamos mandando a los intolerantes nos va a pasar factura, tarde o temprano. En un país donde todavía hay estatuas del dictador golpista Franco en las calles, no podemos permitirnos el lujo de ceder ante las amenazas de un grupo de violentos, envalentonados por unos medios de comunicación extremistas (El Mundo y COPE), y amparados por una derecha irresponsable. O mejor dicho, responsable. Responsable de no evitar el bochorno mundial que supone supeditar la oferta cultural de nuestra Capital -europea, se supone- a la susceptibilidad paranoica de un grupo de fanáticos. Espero que la próxima vez que escuche hablar de censura artística se refieran a Teherán o Riad, pero los antecedentes no me invitan al optimismo. La misma Presidenta de la Comunidad de Madrid repudió por blasfema, hace dos años, la obra Me cago en Dios, escrita por su cuñado y representada con bronca en el Círculo de Bellas Artes. Hace unos meses se produjo otra polémica en este sentido, protagonizada por uno de mis cómicos favoritos, Leo Bassi, que tuvo que ver suspendida la representación de su espectáculo La revelación, en el Teatro Alfil, tras desactivarse una bomba de fabricación casera junto a su camerino. No vi a ningún político apoyándolo en los medios.
Sucesos como estos me llevan irremisiblemente a la tentación de creer que en este país hay un doble rasero para medir a los violentos. Cuando me asalta este pensamiento solo puedo pensar: "Que se vaya a la mierda la puta España".

martes, septiembre 05, 2006

La tentación autoritaria
Lejos parecen quedar aquellos días en que el flamante líder del MAS (Movimiento Al Socialismo) fascinaba al mundo entero con un discurso ponderado y realista, a la vez que fuertemente reivindicativo, encerrado en unas formas sencillas y llanas, no exentas de humildad y buena educación. Sólo la derecha más beligerante no concedió entonces la presunción de inocencia a aquel cocalero que reclamaba, legítimamente, una redistribución equitativa de los beneficios obtenidos a partir de la explotación y comercialización de los recursos naturales del país. Para justificar aquella desconfianza, sus críticos más feroces argumentaban que no se podía esperar nada bueno de quien se consideraba ideológicamente próximo a Venezuela y Cuba. Sin embargo, muchos pensamos que esta toma de posición en el escenario internacional solo significaba una cosa: que a partir de entonces la política exterior boliviana también sería ambigüa. Al fin y al cabo, Morales podía aplicar a su país la máxima gaulliana de que una nación no tiene aliados permanentes, sino intereses permanentes. Estados Unidos, por poner un ejemplo de todos conocido, "promueve la democracia" en Irak, pero coopera intensamente con las estratégicas dictaduras de Libia y Uzbekistán.
Pero no, nos equivocábamos. El "compadreo" con Castro y Chávez, o la nacionalización de los hidrocarburos por la vía del espectáculo televisado -que finalmente se ha demostrado improvisada e ineficaz, pues el Estado carece de la tecnología y los conocimientos necesarios para extraer el gas adecuadamente-, estaban anunciando en realidad una actitud de fondo que también va a modelar, según parece, la actuación del Gobierno boliviano en materia legislativa. La decisión última de dotar a la Asamblea Constituyente de carácter "originario", desvinculándola por completo de la legislación precedente, y liberando así al MAS de la negociación con la oposición -en lo concerniente a la redacción de la nueva Constitución- pone de relieve hasta qué punto el fantasma de la tentación autoritaria planea sobre las mentes de la nueva clase dirigente.
Hasta ahora hemos visto el vaso medio vacío. Un optimista irredento podría decir que el último exceso gubernamental es, simplemente, un gesto desafortunado. A eso añadiría que, el pasado julio, se celebraron unas elecciones libres y competitivas -a la Asamblea Constituyente y con motivo de la autonomía de las provincias más ricas, cuyos pobladores apoyaron mayoritariamente en contra del criterio del Presidente-, manifestación inequívoca de que aun hay un amplio espacio para la disidencia. Por otra parte, razonaría que Evo Morales necesita responder al descenso de su popularidad si no quiere que los bolivianos rechacen en referéndum su proyecto de Constitución y, para ello, lo mejor que podría hacer es lograr avances respecto al objetivo de la justicia social. En este sentido, restaurar la credibilidad y fomentar la confianza entre los inversores internos y externos -presentando unos buenos resultados económicos y reinstaurando la seguridad jurídica- constituyen pasos fundamentales.
Sea cual sea la naturaleza de su última decisión -y, por tanto, la perspectiva con que abordemos la realidad política boliviana- esperanzados y escépticos, seguidores y detractores, podemos coincidir en que es solo una la tarea principal a la que se enfrenta Morales: evitar la fractura social. Su proyecto político sólo tendrá opciones de perdurabilidad si mantiene a la sociedad relativamente cohesionada. Además, un escenario en sentido contrario no sólo constituiría su tumba política, sino que además pondría a Bolivia entre la espada y la pared. Por todo ello, confíemos en que la tentación autoritaria actual devenga en una deriva democrática futura. Del Presidente boliviano y el MAS depende.

domingo, septiembre 03, 2006

Grandes de España
Tras la frustración futbolera de junio, con Raúl González, cáncer de la selección, como garantía de derrota prematura, el equipo español de baloncesto ha dado una lección de buen juego y madurez. Aparte de eso, el combinado nacional ha demostrado que sabe sobrevivir a la presión -la prueba de fuego fue, sin duda, el partido contra Argentina-, divertir al público -divirtiéndose ellos primero, como requisito previo fundamental- y, en definitiva, que el talento no lo acaudala en monopolio el magnífico Pau Gasol. A este respecto, todos hemos lamentado que el jugador de los Memphis Grizzlies no haya podido ponerle el broche de la final a su genial actuación en el campeonato de Japón. Sin embargo, a pesar de este revés, el catalán ha demostrado una vez más su calidad humana, apoyando animadamente desde el banquillo a sus compañeros. Más de un futbolista, y todos los "galácticos", deberían aprender de la humildad de este "crack", que llegó primero a donde ningún español llegó antes en el mundo del baloncesto. En fin, enhorabuena, sois los más Grandes de España.
P.D.: Pedro Jeta, director de El Mundo, dijo en su día que la eliminación de España en el Mundial de Fútbol constituía un fracaso de la España plural de Zapatero. Estoy ansioso por leer la chorrada con la que nos deleitará en su editorial de mañana.

sábado, septiembre 02, 2006

Excrecencias de la política europea
La ampliación de la Unión Europea a diez nuevos socios en 2004 -Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Malta y Chipre- parece que no ha terminado con algunas de las peores manifestaciones de la tradición política europea. En Polonia, cuyo ingreso en la UE había generado numerosas expectativas -pues se esperaba que asumiera el liderazgo de la zona, convirtiéndose en un referente positivo para sus vecinos-, se han hecho con el poder los hermanos Lech y Jaroslaw Kaczynski -en la foto, Presidente y Primer Ministro, respectivamente-, líderes del partido Ley y Justicia (PiS), una formación política que aspira a refundar el país sobre una revolución moral de corte integrista católico. Sus socios de Gobierno, dos formaciones ultras y antieuropeas llamadas Autodefensa (Samoobrona) y Liga de las Familias Polacas (LPR), no contribuyen precisamente a disipar la razonable preocupación suscitada en el resto de Europa por el discurso populista, homófobo y antisemita de la nueva clase dirigente polaca. En 2000, la entrada en el Gobierno austriaco del ultraderechista FPÖ tuvo como respuesta una contundente condena del resto de socios europeos, con adopción de sanciones incluida. Llevar el desencuentro hasta límites dramáticos -Haider, líder de la polémica formación, y Schüssel, canciller conservador, llegaron a plantear la posibilidad de convocar un referénfum sobre la permanencia de Austria en la UE- se demostró ineficaz, razón que quizá explique la actitud conciliadora actual, más concentrada en la pedagogía que en la coacción, de la Comisión y la Presidencia europeas.
Más contundente, sin embargo, debería ser la reacción a los ataques racistas contra húngaros producidos en Eslovaquia durante los últimos días. El Gobierno eslovaco, lejos de condenar los hechos, ha propuesto a través de su viceprimerministro, Dusan Caplovic, una declaración conjunta de ambos países para rebajar la tensión y, de paso, zanjar sus históricas disputas territoriales. En mi opinión, ligar el fin de los ataques racistas a la solución de un problema político es un acto irresponsable del que deberían tomar buena cuenta en Bruselas, pues ya no se trata de reinstaurar la pena de muerte o proscribir públicamente la homosexualidad -hechos, en sí mismos, de una gravedad extrema-, como pretenden los hermanos Kaczynski en Polonia, sino de legitimar políticamente, y en democracia, la violencia étnica que tanto horror sembró, hace unos años, en el llamado entonces "patio trasero de Europa": los Balcanes.
El resurgir de la extrema derecha, y el regreso de la violencia étnica, ensombrecen el futuro a corto plazo de algunos de los nuevos miembros de la UE. Las malas coyunturas económicas, o la puntual ineficacia de los partidos moderados en el ejercicio de gobierno, pueden servirnos para explicar el extraordinario apoyo popular que reciben las formaciones radicales, pero nunca para justificar las actitudes irresponsables de las elites políticas. Ha quedado demostrada, históricamente, la ineficacia de la represión y la violencia para solucionar los conflictos -pues en realidad solo los postergan, reapareciendo siempre en el tiempo-. La UE, además de fomentar el desarrollo, debe permanecer vigilante y garantizar, con firmeza y con hechos, el respeto a los derechos humanos en su territorio. Solo así acabaremos para siempre con las excrecencias de la política europea.