jueves, julio 26, 2007


La socialización de la sospecha

Intentaron convencernos de que los taimados socialistas (en coalición con ETA, la policía y cuatro moros de Lavapiés) estaban detrás de los atentados del 11-M. Para ello elaboraron una sofisticada teoría alternativa a la explicación oficial, la cual desarrollaron por entregas (como las mejores historias de suspense) a través de la emisora de radio COPE y el diario El Mundo. Practicando la máxima goebbelsiana de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, acabaron persuadiendo a un porcentaje importante de españoles de que nunca se sabrá todo sobre lo acontecido aquel fatídico día de marzo. Conscientes de su éxito (parcial, al fin y al cabo, pues todas y cada una de las insidiosas conjeturas han sido refutadas de un modo flagrante), los dirigentes del Partido Popular han generalizado la utilización de la sospecha como instrumento de acción política, trasladando la delación conspiranoica a otros ámbitos de la arena de poder (las elecciones en Navarra, por ejemplo). Sin embargo, la interpretación histérica y peregrina de cada acontecimiento político tiene un doble coste: creativo, para los publicistas de la derecha, que han jugado demasiadas veces la baza del apocalipsis; y de credibilidad, para el PP, que cada vez parece menos una formación capacitada para gobernar. Es así como hemos llegado al punto en que la nomenklatura popular difama al Gobierno sin realizar un sólo esfuerzo por sustentar sus suspicacias. No sabemos si acusan una crisis de imaginación, o simplemente dan ya por perdidas las próximas elecciones (probablemente sea un poco de las dos cosas), pero las declaraciones de Zaplana, con motivo de la detención del ex-agente del CNI acusado de vender información a Rusia, constituyen la última y más grosera manifestación de la estrategia popular de socialización de la sospecha. "No sabemos qué, pero el Gobierno oculta algo detrás de este asunto". Bravo, Zaplana, bravo. ¿Qué será lo próximo?.